Despojado de los males de mi cuerpo.
Grandes
pasteles, vino y comida, armonía se respiraba entre los invitados y familiares
de Mike Williams. Se acaba de llevar a cabo una ceremonia primordial en la vida
de un ser humano en especial en la de un creyente; el bautizo de Mike, el bebé tenía
alrededor de siete meses, había vuelto la dulzura que siempre acaecía de
nacido, ahora con el sacramento colocado estaba de nuevo protegido, aunque eso
no le garantizaría seguridad total.
Al
otro lado del mundo en el bosque de Ardenas, también se saboreaba el olor de
una misteriosa comida, un banquete especial que había realizado Adelfa para su
desamparado invitado. Alimentos putrefactos se servían en una mesa
destartalada, toda esa comida era solo para Odem. Aquel demonio no emitía asco
alguno, aquella comida en estado de descomposición le pasaba por la boca como
un alimento delicioso lleno de carbohidratos, para él, no había gusto alguno en
sus papilas gustativas, no diferenciaba entre lo repugnante y lo bueno. Todo lo
ingerido le proporcionaba sustento. Su cuerpo pedía a gritos alimentos, no tenía
las energías para sostenerse por sí solo
así. Adelfa cuidaba de él como una mascota, alimentándolo con sustentos
misteriosa llenos de posiciones.
Luego
de haberle propinado cena a su estomago subió a su recamara: el cobertizo, una
habitación tenebrosa la única disponible donde había una cama decente, no
existía mas objetos en la pieza, estaba rodeado de paredes blancas y un piso
gris que tenia separaciones viéndose el otro suelo de abajo, la puerta era una
cortina larga negra, hacia frio pero no se hallaban ventanas. Se acerco a la
cama tomando una manta corta y fina, una tela que apenas cubría su torso, apoyo
su cabeza en sus brazos como almohada, le incomodaba acostarse en ese camastro,
ya que los resortes lastimaban su espalda afectando sus cicatrices. Le
desagradaba los insectos pero eran su única compañía, solía comerse algunos
cuando el hambre el afectaba hasta los huesos.
Odem
se quedo allí acostado mirando el techado reposando allí en silencio, no
pensaba en nada, su mente estaba en blanco. Sin esperárselo, sus sentidos
atacaron agudizándose más de lo concurrido, comenzando a escuchar a las arañas
como hacían su tejido, como secretaban su telaraña, el caminar de los insectos,
el crujido de la madera y del viento escaso, cerró los ojos para sentir
profundamente esa potestad que hace tiempo no poseía. Pronto su mente lo llevo
a ver afuera de la casa, viendo Adelfa en el patio cerca de las calabazas brincando
de un lado a otro con la varita en mano, lanzando hechizos inofensivos al aire
que tenían el aspecto de una brillantina de colores esparcidas con algodón, de
un momento a otro inesperadamente volteo con brusquedad y apunto con su varita
al techo de la casa dando exactamente en el cobertizo, Odem se lanzo al suelo
abriendo los ojos viendo como el fuego consumía la madera, cayendo pedazos de
tablas a su alrededor, tocio por el humo empezándose arrastrar por el suelo,
oyendo que Adelfa lo llamaba desde abajo.
-¡Haber
demonio de dos patas, te quiero aquí en este instante! se acabaron los
descansos, es hora del entrenamiento.
Bajo
las escaleras con dificultad, abriendo la puerta principal con desesperación.
Adelfa
apunto con su vara a las calabazas ordenando que se transformara en una gran bestia,
empezándose a mover las raíces de aquellas legumbres, que comenzaron a formar
una enorme criatura, espantosa y extraña, con garras, cuerpo de raíces, con
cabeza de calabaza que mostraba una sonrisa ancha con ojos de triángulo,
mientras por dentro se abatía una pulpa negra, la criatura parecía poseer vida
propia, se veía lenta pero fuerte. Adelfa emocionada por su creación le ordeno
atacar a Odem.
La
calabaza se arrastro con furia hacia su enemigo, atacándolo con raíces
innumerables de su torso que eran como brazos, sacudiéndose como un remolino
sobre Odem, estaba cerca de destruir la casa, rompiendo un par de ventanas,
Odem se escabullo entre la tierra, gateando entre las raíces del monstruo que
lo buscaba, logrando escapar corriendo rápidamente, volteo mirando hacia la
calabaza que lo buscaba entre los
alrededores de la casa. Adelfa observó. Odem con desagrado gritándole a la bestia donde
estaba su adversario.
-Monstruo
mío voltea, se dirige a los arboles al interior del bosque. ¡No te salvaras
Odem, demuéstrame el demonio que eres!
La
criatura caminaba con lentitud hacia Odem, Adelfa noto que le faltaba poder;
proporcionándole más fuerza y energía, volviéndola más temible, gritando como
un jabalí enfurecido, las raíces tomaron un brillo más potente que un montón de
luciérnagas, el fugitivo maldijo entre dientes corriendo esta vez con más
rapidez, ahora la criatura estaba a punto de alcanzarlo, aruñando el suelo
tratando de tomarlo, Odem dejo de distinguir a su “enemiga”, que curiosamente había
desaparecido, pero que seguía al mando de la bestia.
El
frio del bosque aumentaba cada vez más afectando todo su cuerpo, sentía una
potencia que se adueñaba de sus movimientos, para volverlo frio como un iceberg
afectando también su cabeza provocándole migraña, sentía que las neuronas le
explotaban, su condición de casi un humano se desató, poseía un descontrol
grave, siendo un demonio jamás hubiera adquirido tales males. La piel le ardía,
corría contra el viento pero su ser no aguantó más, agonizando cayó al suelo.
En lo más recóndito de los arbustos logró resguardarse. Se desmayó, mientras su
contrincante caminaba en sigilo en su búsqueda enfocando la vista entre el monte
tratando de localizarlo.
El
atuendo de Odem estaba muy guarro, se había roto la franela con las ramas de
los arboles, rasgando su abdomen haciéndolo sangrar; única en su especie de
color vino tinto. Sus pies descalzos también se lastimaron, estaba totalmente
embarrado.
Despertó mirando a su alrededor observando a
la calabaza alejarse, trato de mover sus extremidades pero se encontraban tiesas.
Sentía fatiga, un sentimiento con el que jamás se había topado, la situación se
colocó confusa, tenía la sensación de tener un “alma”. Experimentaba la
alucinación de estar flotando en el
aire, su espíritu malévolo deseaba abandonar ese cuerpo. Su subconsciente le
susurraba:”Levántate, destrúyelo, como en los viejos tiempos, transmítele todo
nuestro poder, desgarra sus ramas y raíces, quémalo hasta que solo queden sus
cenizas, manifiéstale a Adelfa que no hemos perdido, no somos un humano, sigues
siendo el mismo e incluso puede que hasta más poderoso…”
Sus
ojos celestes estaban despavoridos y desorbitados, rápidamente recobro la
cordura, enfocando su vista en el cielo, dibujándosele una sonrisa macabra. Se
levanto en hurtadillas, observando al monstro quien se encontraba a una
distancia lejana de él, decidió llamar la atención de la bestia, saltando y
gritando, moviendo los brazos de un lado a otro, la criatura escucho el
bullicio caminando a zancadas hacia él. Odem abandonó el frio que envolvía su
cuerpo, echándose a correr sobre la criatura. Una vez frente a frente se abalanzo
sobre la calabaza como un mono apresándose de sus ramas del abdomen, con furia
trataba de arrancarse a Odem del cuerpo pero lo que conseguía era extraer sus
raíces.
Odem
se sentía poderoso, parecía una garrapata en el torso de su enemigo,
desgarrando todo a su paso. Su piel ya no era pálida ni tampoco de color, ahora
se le veían las arterias y los huesos, los ojos se le iluminaron completamente
en blancos, sus manos se tornaron negras como el carbón, donde en las puntas de
los dedos comenzaron a emanar unas pequeñas llamas que pronto comenzaron a
crecer quemando dolorosamente al monstruo de Adelfa.
Estaba
repleto de llamas, cayéndose a pedazos
de su cuerpo al suelo, Odem saltó a la tierra en una caída perfecta, contempló
con orgullo como se desasía la magia y
la fruta caía inerte. El fuego cesó, caminando entre las cenizas tomando la
cabeza como recompensa (estaba totalmente negra) de ella colgaban pocos ramales
secos como un esqueleto, se saco la camisa y la revolcó en las cenizas luego
paso a sus dedos en las heridas donde tenía sangre llenándose los dedos para
escribir en la franela “Adelfa” colocándosela a lo que quedaba de la criatura.
Adelfa
lo esperaba sentada en un tronco frente a la fogata, lo vio llegar viendo que
cargaba en su espalda a la calabaza, estaba callada asimilando que eso era lo
único que había quedado.
-Aquí
tienes, no fue mucho trabajo, para la próxima que sea más temible-Dijo Odem
lanzando lo que llevaba consigo al fuego.
-Es
solo el principio… - Mi nombre resalta con tu sangre.